Los relojes son monstruos inservibles de otras épocas que hoy se venden simplemente como alhajas. En realidad ya no miden nada. La gran mentira del tiempo está a punto de derrumbarse, de caer ante nuestros ojos como puede caer un meteorito gigante perdido en el espacio, acabarnos en milésimas de segundos y convertirnos en la luna de otro planeta.

Hace rato que los relojes miden un tiempo inexistente. En realidad están atrasados y por consiguiente quizás no estemos viviendo más años, sino horas ficticias, regaladas por máquinas de engranajes sincronizados por ingenieros que forman parte de la gran confabulación temporaria.

¿Usted cree en el stress? Yo me quedo con algo menos cool. Lo que sucede se llama cansancio. Un cansancio producido a partir de la gran mentira. Estamos haciendo lo que antes hacíamos en una hora en mucho menos tiempo, pero no como sensación, como un ardid de nuestra mente para engañarnos, sino como una realidad concreta.

Estamos siendo explotados por una invención. Las grandes jugadas para ocultar la aceleración de nuestro planeta, sin duda alguna, son que la mayoría de los países han cambiado (con la excusa del ahorro de energía) el horario. Esos cambios van distrayendo la atención de quienes inmersos en rutinas impecables siguen adelante consumiendo la vida que parece alargarse cuando en realidad se acorta.

A mí me basta un recuerdo de la infancia para probar mi teoría de la aceleración. Si las nubes no interrumpían este cielo de la pampa húmeda, a una misma hora y minutos, entre un día y otro, el sol solo se corría un pequeño espacio del punto anterior. Hoy eso no sucede (Si va a realizar la prueba póngase gafas de sol).

El día, esa medida que en el calendario gregoriano, es la séptima parte de una semana, ya no dura veinticuatro horas aunque los relojes la marquen. Es parte de la gran conspiración para mantener la misma cantidad de producción en un tiempo menor y así no dar a conocer que nuestro planeta está girando más rápido. Y que tarde o temprano esa variación de velocidad estará a la luz de todos.

Quizás este errado, pero todas las máquinas que nos ha entregado la tecnología nos alejan de mirar el cielo, lugar donde los grandes hombres de la antigüedad encontraban todas las respuestas.

Y si el tiempo no es una mentira y dicen que la máquina del tiempo es una invención de la literatura: cómo puede ser que en menos de doce horas, en un avión, pases del invierno al verano o viceversa cuando el cambio de estación tarda tres meses.

Definitivamente el tiempo es una gran mentira, un sistema totalitario contra la libertad de elegir el instante feliz y no la hora precisa.