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Recuerdo e intimidades de una nota de La Voz del Pueblo al Papa Francisco, en 2015 el periodista Juan Beretta recuerda aquel importante momento en el marco de un encuentro en la Residencia de Santa Marta, lugar acordado para entrevistar al Papa Francisco.
22 de abril de 2025 21:01:00
La intimidad de la entrevista. Francisco se mostró relajado, divertido, cálido y humilde. Y también quedó claro que está en todos los detalles: si no fuera por él me perdía la foto que guardaré con orgullo toda la vida
-¿Vos no te querés sacar una foto conmigo?
- Uyyy, si, tiene razón Francisco, me había olvidado.
- Bueno, esperá que le aviso al guardia para que la saque. Nos va a convenir sacarla parados allá, contra aquella pared, así no sale la mesa...
Habían pasado 45 minutos desde que le había estrechado la mano a Jorge Bergoglio en una sencilla sala ubicada sobre el sector izquierdo de la planta baja de la residencia de Santa Marta, estaba terminando de guardar la cámara de fotos cuando se dio ese diálogo. Parece de ciencia ficción, es cierto, pero es una muestra fiel de quién es el Papa. Había tenido un miércoles de súper acción, con la audiencia pública en la Plaza San Pedro durante la mañana, había dedicado una buena porción de su tarde para atender con calidez y confianza a La Voz del Pueblo, a esa altura -las 18 horas ya- todavía le quedaban tres audiencias más, y sin embargo tenía en la cabeza el detalle de que yo no me había sacado la foto con él. Y además se encargó de armar la pequeña producción...
Si no fuera por Francisco me hubiera perdido la foto que guardaré con orgullo toda la vida.
Adrenalina
Si para Francisco fue un miércoles de súper acción, para mí fue de recontra súper acción, desbordado de adrenalina. Hacía casi un mes que sabía que a las 17 horas de ese bendito 20 de mayo tenía que presentarme en la puerta de ingreso al Vaticano llamada Santo Oficio para ser recibido por el Papa en Santa Marta. Que el encuentro haya sido pautado en la residencia donde vive y no en una oficina vaticana me generaba más expectativas, y más ansiedad aún.
El otro pequeño detalle que me quitaba la posibilidad de dormir más de cuatro horas por día desde hacía un par de semanas era que yo no sabía las características del encuentro. Hubo un pedido de entrevista, sí, pero en la escueta respuesta no se especificaba el tiempo en que me podría atender ni si sería en soledad o como parte de un contingente.
Mi revuelto mental y mi ansiedad lograron potenciarse (algo que ya a esa altura yo creía imposible) al vivir la pasión que despierta Francisco en el lugar de los hechos. El Vaticano y sus alrededores están impregnados de su figura. Y todos los días miles de personas (turistas y contingentes religiosos) rebalsan la Plaza y la Basílica de San Pedro y las calles aledañas.
A eso se le sumó la experiencia de participar de la audiencia pública y ser testigo de las muestras de admiración y amor que recibe el Santo Padre a cada centímetro que recorre el papamóvil.
Después de la convulsionada mañana decidí ir al hotel a aislarme del mundo. Me costó concretar el objetivo, no porque me hubiera perdido sino porque pasé dos veces por la puerta y no me di cuenta... A esa altura lo único que sabía era que tenía la cabeza arriba de los hombros. Y que a las cinco de tarde iba a ser recibido por el Papa, claro.
La entrada
Cinco minutos antes de las cinco enfrenté al guardia suizo de la puerta del Santo Oficio. Tal como me había imaginado, cuando le dije que tenía una audiencia con el Papa, se río y me contestó que era imposible. Cuando vio que insistí, dejó de sonreír y consultó con otro guardia que estaba en una garita. Volvió, me preguntó el nombre, y cuando escuchó mi respuesta me mandó a que me revisaran los policías que estaban apostados en una combi a unos 20 metros, todavía afuera del Vaticano.
Después de pasar dos controles más, en los que me trataron con mucha cordialidad, me indicaron cómo llegar a la residencia Santa Marta. Tras caminar otros 200 metros y doblar a la izquierda quedé de frente a la casa de huéspedes donde vive el Papa. Antes de llegar a la puerta salió un guardia, que con muy buena onda me preguntó: "¿Berretta?". Le dije que sí y me hizo entrar. Luego me acompañó hasta el lugar donde me recibiría Francisco.
Sin palabras
La sala mide unos tres metros de ancho por seis de largo, apenas tiene seis silloncitos de pana verde, una mesa ratona, un TV 20 pulgadas de la década del 80, esos de tubo, y en tres de las paredes hay repartidos cinco cuadros. Está iluminada con una coqueta araña, pero no sobra claridad. Luego de escanear el lugar, me senté sin saber muy bien si debería hacerlo, pero quería sacar la cámara de fotos para medir la luz y no tener problemas técnicos cuando el Papa estuviera conmigo.
Aunque no llegué a probar nada: cuando me incliné para agarrar la cámara me di cuenta que había entrado el Santo Padre. Salté de la silla y sólo pude decirle: "Francisco...". No recuerdo otra oportunidad así en la que no me salían las palabras. El Papa me extendió la mano y me saludó como si nos conociéramos de toda la vida. "No sé qué decirle, le pido disculpas", me descargué, porque tal vez le tendría que haber hecho un saludo más solemne. Enseguida me di cuenta no. "Gracias por recibirme", agregué. "Sentate donde quieras", me respondió barriendo con protocolos y cuestiones de formalidad.
Nos ubicamos enfrentados y se largó hablar con naturalidad. "Sabés porqué te recibí, por la humildad y la simpleza de la carta que me mandaste. Yo no soy de dar notas, me piden de Estados Unidos, y de otros países... pero no doy. Aunque cuando leí tu carta, escrita tan humildemente, y que eras de una comunidad chica, dije 'a este muchacho lo voy a recibir'", comentó.
El hecho de ser un hijo adoptivo de Tres Arroyos influyó también: "Yo tenía familiares en esa zona, de apellido Demedios, pero no recuerdo en que localidad. Si sé que era por Tres Arroyos".
Yo ya estaba entrando en confianza y empezaba a tranquilizarme, hasta que me dijo: "Tenemos poco menos de una hora, después tengo tres audiencias más". Otra vez me sacudió, yo que ni siquiera sabía si me iba a recibir solo, ahora el Papa me decía que me dedicaba casi una hora de su tarde...
No puso ningún tipo de condición, aceptó ser fotografiado y antes de arrancar sólo se interesó sobre qué rumbo tomaría la entrevista. Hizo apenas una solicitud: "Lo único que te pido es que me jueges limpio". Luego empezamos a hacer la nota. Tras un par de minutos me consultó si lo iba a escribir o la grabación saldría al aire. "Solamente escrito", le respondí. "Mejor, así puedo hablar sin cuidarme tanto", me dijo. Con el resultado puesto, que la charla no haya sido "en vivo" ni filmada terminó siendo una fortaleza, porque el Papa habló como en una charla de café.
Un rato después, como veía mi desconfianza en el grabador, que yo controlaba a cada rato para comprobar que estuviera funcionando, fue él quien me preguntó: "¿Está bien, está grabando?".
Calidez y confianza
Se rio con ganas con ciertas preguntas, se extendió lo que creyó necesario en otras, volvió más de una vez sobre el tema de la pobreza -una cuestión central para él-, gesticuló y mostró incomodidad cuando lo quería fotografiar en plena respuesta. Bajaba la vista, como con timidez, pero nunca interfirió en mi trabajo. Hasta me dio el privilegio de escuchar una anécdota de su juventud con la condición de que no la publicara. "Apago el grabador si quiere", le dije. "No, no, este es un acto de confianza para con vos", me contestó.
La entrevista luego siguió, se refirió con pasión a su infancia y San Lorenzo y en la mirada se le notaba que hablaba desde lo más profundo. Como cuando recordó lo callejero que era en Buenos Aires, cuando podía ir a una pizzería. Yo ni cuenta me había dado que habían pasado 35 minutos... Francisco miró el reloj y entendí que era su forma respetuosa de decirme que teníamos que ir terminando. "Todavía tengo tres audiencias más", me confió.
Luego de decirle cuatro veces que era "la última pregunta", finalmente llegó el cierre. La última frase de la entrevista, como si hubiera habido una edición en tiempo real, fue que quiere que lo recuerden como "un buen tipo".
Un monumento a la sencillez y humildad.
Llegó el turno de hacer la foto con la tapa de La Voz del Pueblo en la que le agradecemos el gesto de recibirnos. "¿Me la dejás?", preguntó en otra muestra de su esencia. También le entregué un libro del Padre Isidoro Broilo escrito por Stella Maris Iturburu de Klocker. Grabó el mensaje a Tres Arroyos y le pedí el último favor: saqué una buena cantidad de rosarios para que los bendijera. Y como en toda la tarde, me ganó de mano: "Yo para vos traje uno para que te lleves", me dijo antes de darme un rosario del Vaticano. Otra vez me dejó sin palabras...
La despedida
Antes de despedirme -nunca mostró apuro-, me preguntó cuándo me volvía a la Argentina, se interesó por mi viaje a Polonia, hablamos de la ventaja que tiene Europa al contar con vuelos internos baratos... Charlamos como si él no fuera el Papa ni yo un desconocido que había visto por primera vez hacía 45 minutos. Me acompañó hasta la puerta, no me dejó darle paso y me hizo salir primero. Caminó unos metros conmigo por la vereda vaticana, como si estuviera despidiendo a un amigo, hasta el apretón de manos final.
Los guardias me despidieron con mucha amabilidad y como flotando en el aire caminé los 500 metros que me separaban de la salida del Vaticano. Llamé a Agustina para contarle lo que había acabado de pasar, nos volvimos a emocionar como aquel sábado 25 de abril cuando a mi tía -quien tiene relación con muchos Jesuitas- le llegó el mail en el que se confirmaba el encuentro con Francisco. Y sin darme cuenta quedé en medio de la marea de gente que quería visitar la Basílica de San Pedro y compraba fotos y muñecos del Papa. El mismo Papa que me preguntó si no me iba a sacar una foto con él para llevarme de recuerdo. Un tipo extraordinariamente común.
Sólo lamento no haberle dado un abrazo en la despedida. Quizás alguna vez nos volvamos a ver y podré hacerlo. El me dijo que las utopías nos hacen ir hacia adelante. Y es tan utópico que me vuelva a recibir como lo era que me recibiera por primera vez...
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FALLECIO EN BENITO JUAREZ A LA EDAD DE 70 AÑOS EL 22 DE ABRIL DE 2025 FAMILIARES Y AMISTADES , PARTICIPAN DE SU FALLECIMIENTO CON PROFUNDO DOLOR , SUS RESTOS FUERON INHUMADOS EL DIA 23 DE ABRIL EN LA NECROPOLIS LOCAL, PREVIO OFICIO RELIGIOSO EN LA CAPILLA ARDIENTE A LA HORA 10:30. HOGAR DE DUELO: AV. SALENAVE 209. VELATORIO : FALUCHO 75. SERVICIOS SOCIALES COOP DE CONSUMO DE ELECT DE JUAREZ LTDA.
FALLECIO EN B. JUAREZ EL 21/04/25. EDAD: 98 AÑOS. SEPELIO: DIA 22/04/25 HORA : 11.00. RESPONSO: CAPILLA ARDIENTE. VELATORIO: FALUCHO 75. CASA DE DUELO: M MORENO 176.
FALLECIO EN B. JUAREZ EL 21/04/25. EDAD: 66 AÑOS. SEPELIO: DIA 22/04/25 HORA : 14.30. RESPONSO: CAPILLA ARDIENTE. VELATORIO: FALUCHO 75. CASA DE DUELO: AV FORTABAT 447
FALLECIO EN B. JUAREZ EL 20/04/25. EDAD: 73 AÑOS. SEPELIO: DIA 21/04/25 HORA : 10.00. RESPONSO: CAPILLA ARDIENTE. VELATORIO: FALUCHO 75. CASA DE DUELO: AV ALBERDI 339.
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