Dicen que las palabras se las lleva el viento, y por otro lado, "dar la palabra" es sinónimo de confiar en que lo prometido se cumplirá (algo en desuso hoy en día).

En mi caso, las palabras simplemente surgen en mi mente. No las busco; aparecen armoniosamente, como vemos una pluma blanca flotando en el aire o las hojas de los árboles en otoño. Juntas, crean una historia perfecta que les da un significado literario.

Tampoco busco la inspiración. A veces se manifiesta mientras estoy sentada en uno de los bancos del parque, donde suelo ir en las tardes soleadas con mi taza de té caliente y un buen libro para disfrutar del atardecer, que tanto me fascina.

Allí, las propuestas son variadas y se prestan a crear historias fabulosas si así lo deseo.

Veo pasar al hombre o la mujer, con cuerpo y postura atléticos, mirando al frente y respirando intensa pero controladamente. Suelen llevar ropa y calzado deportivo de calidad, y es evidente que entrenan con rigor y disciplina, probablemente participando en maratones de competición.

Esto es muy diferente de otros quienes se ven encorvados, con zapatillas de deporte y zapatos informales (los mismos que usan para ir al mercado). A juzgar por la expresión y el color de sus rostros, parecen exhaustos y sin aliento, dando la impresión de que se van a desplomar en cualquier momento a los pocos metros de empezar a correr.

Luego, estan aquellos que sacan a pasear a sus perros (y los presumen). Generalmente, personas de mediana edad. Llevan chaquetas verdes matelaseadas o enceradas con cuellos de corderoy (¡Uy! ¡Qué curioso! Creo que estoy describiendo la mía), pantalones informales (ni vaqueros ni jogging) y botas de lluvia o borcegos con suelas de buen agarre para caminar sobre hierba mojada e incluso meterse en el barro mientras lanzan la pelota al perro con un "lanzador de pelotas," un artilugio que usan aquí para lanzar una pelota del tamaño de una de tenis, lo cual no le veo mucho sentido, ya que pueden lanzarla a la misma distancia con el brazo.

En fin, estas personas son las que más interactúan en el parque (y dondequiera que estén con sus perros). Se los ve sonrientes, dispuestos a entablar conversación con cualquiera que les haga una mueca a su perrito. ¡Y ni hablar de que la otra persona también tiene perro y sabe de razas! Allí se les puede ver, a veces incluso en círculo, charlando extensamente sobre el tema, mientras los perros corren a su alrededor con una rama en la boca, dándosela a su dueño para que la tire lejos, y luego corriendo de vuelta al sitio y volviendo a lo mismo una y otra vez.

Luego están los caminantes (aquí me incluyo) con ropa cómoda (puede ser deportiva o no), normalmente con auriculares escuchando su música favorita o quizás un audiolibro. Suelen tener la mirada y el cuello inclinados, inmersos como zombis en la pantalla del celular, y con la posibilidad de que, si no tienen los reflejos bien desarrollados, se estrellen contra un árbol, un poste o una persona. Este último no sería mi caso, ya que me gusta disfrutar de los sonidos de la naturaleza, aunque, admito, también disfruto de la buena música. Luego están los molestos, que hablan por teléfono (con o sin auriculares) a todo volumen, interrumpiendo la paz y la armonía del entorno natural.

Finalmente, y quizás los que más despiertan mi curiosidad, son las parejas mayores. Suelen ir de la mano o usar bastones o andadores, pero con una deliciosa complicidad y franqueza. Se les puede ver charlando y también señalando a su acompañante algún pájaro o flor silvestre que se asoma entre los árboles. ¡Son encantadores! Amables, suelen saludarte al pasar o te dedican una hermosa sonrisa, a la que respondo con respeto y cariño.

En resumen, como dicen, cada persona es única y solo ella conoce su realidad. Pero si los observamos con los ojos de un escritor (en mi caso) o a través del lente de una cámara (un fotógrafo), apreciamos muchas historias tras simples rostros, risas, vestimenta y andares.

De los que describí, ¿con cuál te identificas? ¿Cuál despertó más tu curiosidad o te llamó la atención?

Te invito, la próxima vez que visites un parque, una plaza o un entorno natural, a que prestes atención a las personas que te rodean. Su historia podría ser muy interesante si la observas con curiosidad